
¿Por qué marchamos?
Porque existimos y no vamos a pedir permiso
Cada junio se repite el ciclo: banderas arcoíris, glitter, performances en Reforma, críticas conservadoras.“¿Por qué enseñan tanto?”, “¿Por qué hacen tanto escándalo?”, “¿Por qué no son más discretos?”. Pero lo que muchas personas no entienden o no quieren entender es que la Marcha del Orgullo en México no nació como una fiesta, sino como una lucha urgente por existir.
1979: El año en que nos dejamos ver
La primera Marcha del Orgullo LGBTTTI en México se realizó el 29 de junio de 1979. Apenas habían pasado diez años de los disturbios de Stonewall en Nueva York, y en nuestro país ser homosexual seguía siendo un delito no escrito, un estigma social, una vergüenza familiar, una condena laboral y, muchas veces, una sentencia de muerte.
Ese día, un puñado de personas valientes caminó desde el Monumento a los Niños Héroes hasta el Hemiciclo a Juárez. No iban maquilladas, no había carros alegóricos. Iban con miedo. Pero también con rabia. Y con amor. Con ese amor que el sistema insistía en volver clandestino.
Marchaban para gritar:
“Aquí estamos. Existimos. Y no vamos a escondernos más.”
¿Y por qué ahora parece una fiesta?
Porque resistir también cansa. Porque después de décadas de esconderse, de ser despedidxs, golpeadxs, asesinadxs, muchas personas decidieron que la libertad también se celebra bailando. Que sobrevivir es motivo suficiente para sacar lentejuelas, tacones y bocinas al cielo. Que los cuerpos que fueron condenados también merecen goce.
Y sí: hay drags en plataformas, torsos al aire, mujeres trans espectaculares, gays en arnés, señoras lesbianas con pancartas, niños con banderas en la mano, abuelxs queer y padres orgullosos. Porque la Marcha no es una cosa: es todas las cosas a la vez. Protesta. Fiesta. Duelo. Carnaval. Política. Visibilidad.
A los que preguntan “¿por qué tan escandalosxs?”
Porque el silencio no nos salvó. Porque el closet no nos protegió. Porque la discreción no evitó los crímenes de odio, ni la marginación, ni las terapias de conversión.
La visibilidad incomoda a quienes estaban acostumbradxs a nuestra ausencia. Pero no vinimos a gustarles. Vinimos a existir. Y si eso se logra con glitter, con tacones, con piel al sol y con pop a todo volumen… entonces que tiemble la ciudad.

La marcha no está vacía de sentido: está llena de memoria
Cada cuerpo libre que camina en Reforma lleva en su andar a quienes ya no están: a las víctimas del SIDA, a las mujeres trans asesinadas, a las infancias queer que se quitaron la vida, a quienes nunca pudieron salir del clóset. Cada pancarta, cada beso, cada pasarela improvisada es una promesa: que no vamos a volver atrás.
Marchamos para honrar, para exigir, para celebrar, para resistir. Para recordar que aún falta: el acceso real a la salud, al trabajo, a la educación sin discriminación. La seguridad de vivir nuestras identidades sin miedo.
¿Entonces es una fiesta? Sí
¿Entonces es una protesta? También
¿Entonces es política? Absolutamente.
Hoy la marcha no es solo memoria, es también presente. No pedimos permiso: exigimos respeto, celebramos nuestra existencia y marchamos para que ninguna identidad sea oprimida por ser visible.
Breve línea de tiempo: “Orgullo en México”
- 1979: Primera marcha en CDMX
- 2003: Ley de Sociedad de Convivencia
- 2010: Matrimonio igualitario en CDMX
- 2019: 40 años de la marcha
- 2023: Aumento de crímenes de odio documentados
Porque nada más radical que ser quien eres con orgullo,
en una ciudad que durante décadas intentó borrarte.
Entrada escrita por Zona Cero CDMX | Publicada con fines informativos y de cuidado colectivo.
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